Érase una
vez, en la ciudad de Elaitos, una perrita que llevaba por nombre Layla, quien
vivía en las calles de la ciudad debido a que sus dueños decidieron abandonarla
porque “no tenían espacio para tenerla”; al inicio ella busco su hogar día y
noche, pero con el paso del tiempo se dio por vencida y solo lucho por
conseguir comida y una cama calientica para las frías noches de su ciudad; al
acostumbrarse a vivir en la calle, empezó a tolerar a la gente que la pisaba,
la empujaba y la golpeaba. Para ella ya era algo monótono, pero lo más hermoso
del día de aquella perrita, era cuando llegaba la noche y pasaba esa persona
que con alegría se acercaba a consentirla y a darle comida; esa persona era su
vecina Megan, quien amaba a los animales y luchaba por los derechos de ellos.
Un día,
Layla estaba buscando comida en la basura que habían sacado algunos de sus
vecinos de la calle de en frente, pero al reconocer a Megan, corrió hacia ella
para recibirla con toda la efusividad con la que siempre lo hacía, sin darse
cuenta que venía un carro a alta velocidad. Megan no había visto a Layla, y no
se dio cuenta de lo que pasaba hasta que la escucho chillar por el dolor que causó
en ella el accidente; el señor del carro, luego de pasar por encima de aquel
indefenso animal, acelero un poco más y no dejo más rastros de su visita por el
barrio que a Layla postrada en la carretera con muy mal estado de salud.
Megan sin
pensar en otra cosa se acercó a Layla, la examino y la llevo rápidamente a que
la atendiera un médico veterinario amigo, minutos más tarde, luego de que el
doctor hiciera sus análisis, le dijo a Megan que si quería que Layla viviera, tenía
que tener ciertas reglas y rutinas: Layla necesitaría un hogar decente con una
dueña amorosa y paciente, necesitaría también una silla de ruedas para sus
patas traseras ya que había perdido total movimiento en ellas, también una
limpieza seguida y muchos otros cuidados. Megan decidió aceptar todo lo que
venía para ellas, teniendo en cuenta que tenía que dejar su trabajo, ya que su
compañera necesitaría de bastante tiempo para que mejorara.
Tiempo
después, Megan encontró un trabajo más apropiado para ella, donde podía prestar
atención también a su mascota y brindarle el apoyo que ella necesitaba, es una
activista por los animales, presta su casa como hogar de paso, y trabaja con
muy buenos médicos veterinarios de ayudante, no lo hace tanto por el dinero, lo
hace por el amor que le tiene a los animales. Layla encontró un excelente hogar,
recibe mucho amor, tiene amigos con quien corretear, pero más que nada, ahora
tiene a un ángel que Dios le mando para que la cuidara.
AUTOR:CAROL ARCHILA
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